Desde que son pequeños nuestro mejor regalo para nuestros hijos es el permitirles experimentar creando entornos seguros para ello y acompañándolos en su proceso.
Experimentar consigo mismos: sus manos, sus pies, los brazos, las piernas, los sabores, los giros, los pasos… Experimentar con el entorno: descubrir el espacio, los objetos, las texturas, las temperaturas, las personas…Permitiéndoles que se equivoquen también, sin facilitarles las cosas, para que lo vuelvan a intentar ellos solos hasta que en su cara se refleje la satisfacción de haberlo conseguido por sí mismo.
Como escribí en ¡Déjale Jugar!: desde muy pequeños, otorguemos la confianza para poder experimentar, ofreciéndole un entorno seguro y una mirada atenta. ¡Enriqueceremos su aprendizaje!