Sea carnaval o cualquier festividad, no olvides poner en el centro al niño y el respeto a uno mismo. Reflexionamos y buscamos soluciones porque queremos cambiar miradas.
Estamos en pleno preparativo carnavalero y justo estos días me encontré en la calle con una conversación (más bien monólogo) de una niña de unos 4 años con su mamá. La niña pedía entre sollozos no ir al colegio y, agudizando el oído, vislumbre la causa: no quería ir disfrazada.
Podemos pensar respuestas como:
- ¡Venga que estamos de carnaval, a que mola!
- Vaya tontería,
- Pues te lo pones y listo,
- ¿Qué van a decir tus compañeros y tu maestra?,
- ¿Cómo no vas a hacer lo mismo que hacen los otros?
- ¡Serás la única en ir sin disfrazar y se reirán de ti!,
- ¡Con lo que me ha costado hacer el disfraz, ahora te lo pones!.
O podemos dar un paso más allá, saltando el automatismo de estas respuestas que nos resuenan, empatizar con esa necesidad para ponernos en su piel.
Y es en esta posición cuando me surgen reflexiones y preguntas como:
- ¿Nos hemos parado a pensar si el niño o la niña quieren realmente seguir el juego impuesto por el adulto quien es el que dirige la batuta de las consignas y disfraces?
- ¿Nos hemos parado a pensar si un niño o niña pequeña, que aún no está en el mundo del juego simbólico, entiende toda esa galaxia que se crea de repente sin saber por qué? Y que nadie para a explicárselo.
- ¿Nos hemos parado a pensar si están cómodos con ese disfraz que nos hemos currado, comprado, customizado…? ¿Si le gusta ese tema?
- ¿Nos hemos parado a pensar si realmente no pasa vergüenza yendo por la calle en pijama, con la cara pintada o disfrazada de camino a la escuela?
- En definitiva, ¿le hemos preguntado si le apetece disfrazarse? ¿Si le apetece llevar esa consigna justo ese día?
Para el adulto el Carnaval puede significar una fecha esperada, llena de ilusión, de fiesta, de alegría porque en definitiva puede ser como la oportunidad de volver a ser niños y niñas y disfrutarlo por medio o a partir de nuestros hijos o hijas. Está bien querer volver a vivir la alegría de ser niño…
Pero ésta debería de ser nuestra responsabilidad. Deberíamos de ser conscientes que somos nosotros los que queremos transitar por esas emociones, que estamos basando nuestro anhelo, necesidad en un momento en que quizás, no está nada alineado con la necesidad y anhelos de los niños y niñas.
Es que a veces nos entusiasmamos tanto que se nos va la cabeza y no pensamos.
Y yo soy la primera que lo digo. Hasta te cuento que cuando mi hijo tenía dos años, pedí para Reyes una máquina de coser para hacerle disfraces, porque ese mismo año le había hecho uno de león (aún me acuerdo) y que me encantó y YO me lo pasé genial! YO estaba disfrutando como una mona!! YO!!
Tuve la suerte de que mi hijo, en ese momento estaba alineado conmigo y le encantaba disfrazarse. Pero le encantaba durante todo el año, no solo en esa época. En casa siempre hay disponible una caja con complementos y disfraces.
Pero…, ¿qué hubiera pasado si mi hijo no se hubiera sumado a las peticiones adultas?
Con el tiempo, esa euforia del primero, se fue aposentando para dejar entrar reflexiones más profundas. Me cuestionaba muchas cosas, muchas. Y una de ellas era el momento Carnaval. Y me preguntaba:
- ¿Cómo te sentirías tú (adulto) si mañana tu jefe te dice que has de ir en pijama al trabajo?
- ¿Cómo te sentirías tú si sales de casa a la calle con la cara pintada de dálmata, por ejemplo?
- ¿Cómo te sentiría tú si te hacen hacer lo que a ti te da vergüenza hacer?
Para hacértelo más fácil. Ante la duda, en esta o cualquier otra situación, hazte esta pregunta:
Si te lo hicieran a ti, ¿cómo te sentirías?
Quizás te des cuenta así que de respetado, respetado, no tiene mucho porque…
¿Te han preguntado si te apetece entrar en ese juego del Carnaval?
Porque:
«El Carnaval mola, pero más mola ser respetado» Yessica Clemente.
El Carnaval mola, pero seguramente que no para todos o quizás, no bajo estas premisas de exigencias e imposición.
Porque disfrazarse puede molar pero cuándo, dónde y cómo uno quiera.
Ese es el principio del juego espontáneo, de ese juego que apetece, y jugar a disfrazarse debería de tomarse de esta manera.
Centros educativos, familias y Carnaval
Ok, si estamos de acuerdo en que hemos de respetar la decisión del niño y la niña, entonces ¿qué les pasa a esas escuelas que se vuelven locas (y se llenan de trabajo también, ojo) en estas fechas?
Y déjame que puntualice porque sé que hay muchos centros que tienen un gran cuidado y trabajo hecho sobre este tema!!
Pues aquí yo creo que hay dos frentes:
- Centros educativos. Son los propios adultos que no se han parado a reflexionar poniendo al niño y la niña en el centro. Seguimos el automatismo del «Pero esto siempre se ha hecho así». Por lo que debería de parar el carro y ponerse a pensar hacia dónde quieren ir trasmitiendo la cultura y con qué valores.
- Familias. Somos las familias que con la emoción, la tradición o lo que sea que tampoco nos hemos parado a reflexionar sobre cómo se sienten nuestros hijos e hijas ante esta situación y exigimos a los centros la continuidad de estas tradiciones. Que no es mala la tradición, no!!! Pero hemos de pensarla siempre respetada.
Y lo veo como un pez que se muerde la cola y si no hay uno que cambie y haga por cambiar las cosas, seguiremos dando vuelta sobre el mismo tema.
Carnaval respetado
¿Sabes una cosa?, estoy convencida de que si respetamos, nos respetan. Que si respetamos enseñamos a que se tengan en cuenta. Que si respetamos demostramos el valor que tienen al plantarle cara a las decisiones que le vienen impuestas (aunque las habrá que tendrán que asumir, pero de eso no hablamos ahora).
En definitiva:
Les estamos permitiendo expresarse, sentirse escuchados y tenidos en cuenta. Les estamos enseñando a escucharse a sí mismos y a seguir su propio instinto dando valor a su propia identidad. Les estamos enseñando a respetarse a sí mismos hoy y siempre.
Y esto es aplicable no solo en Carnaval, sino en cualquier otra actividad generada por el adulto.
9 ideas para encontrar un equilibrio entre la celebración y el respeto a uno mismo.
De mis reflexiones y de otras tantas que salieron ayer en el debate que se creó en Instagram, te recopilo estas ideas como inspiración y hasta motor de cambio:
- Reflexionar, por ejemplo, sobre cómo hemos estado interpretando este tema en la escuela, en casa…
- Garantizar su libertad de expresión, sin coacción ni juicio ni recriminación. Los niños y niñas tienen el derecho a opinar y escoger en qué invertir su tiempo, sobre todo el libre!! Así que ¿por qué no preguntarles directamente a ellos y a ellas? Así podrán expresar cada uno cómo quiere vivir y disfrutar de la fiesta.
- Indagar y dar opciones. Quizás lo que pasa es que no saben expresarnos sus emociones; por ejemplo: la vergüenza que le da el ir por la calle disfrazado. Pregunta, siempre pregunta y da opciones sobre otras posibilidades que le hagan sentir bien.
- Dejar ser ellos y ellas mismas hoy y siempre. Y si con el tiempo cambian de opinión, bienvenida sea.
- Reconocer la valía y validez de su decisión, empoderando al niño y la niña. Porque en la vida también tendrán que decidir y hacer frente a situaciones donde tendrán que plantarse siguiendo su propia decisión, así que también los hemos de acompañar en este aprendizaje.
- Crear un entorno seguro y normalizado en los centros donde los niños y niñas que decidan optar por no disfrazarse, se sientan bien, acogidos, seguros y tan integrados como otro cualquiera que va disfrazado.
- Acompañar también a los niños y niñas que realmente disfrutan del Carnaval en la diversidad de opiniones, todos somos diferentes y tenemos gustos y necesidades distintas que se han de respetar. Así evitaremos burlas y críticas innecesarias.
- Hacerlos partícipes de los preparativos. Para que entiendan esta cultura, han de conocerla y también, han de sentirse parte de ella. Quizás podrían escoger las consignas, el tema de disfraz o que sea un tema libre, involucrarlos en el proceso de diseño y desarrollo del disfraz, disfrutando del proceso sin tener en cuenta tanto el resultado.
- Y que toda la movida festivalera este pensada en y con el niño y la niña y que no sea para nosotros y guardar de recuerdo esa foto del Carnaval de ese año.
Pero sabes lo que creo. Pues creo que:
Todo empieza por cada uno de nosotros, con una forma de acompañar y mirar a la infancia de forma merecedora, cuidada, con sentido común, amor y con respeto mutuo.
A mí me ayudó en el cambio, un libro: «Cómo hablar para que tus hijos te escuchen, cómo escuchar para que tus hijos te hablen«. Te lo recomiendo muy, mucho.
Ah, SI CREES QUE TE SIRVE LO QUE LEES, COMPARTE.
Porque si queremos cambiar la mirada hacia la infancia, tenemos que comenzar por compartirla.
Un abrazo grandote,
Yessica
Un comentario
En algunos coles les tiran harina a los niños que no han seguido la consigna. En el último cole donde trabajé ya dije que no me parecía bien. La respuesta fue que les encantaba, q se tiraban delante del profe que hacía de rey del carnaval para que les llenara de harina. Todos los alumnos disfrutan con esto? Lo dudo mucho