
Descubre los 15 aprendizajes que aprendí durante estos 15 años de ser madre de un hijo de 15 y una hija de 10 años.
Hace 15 años, un pequeño asomó su cabeza de mi cuerpo para comenzar a crecer junto a mí y su familia, regalándome a mí en particular, aprendizajes transformadores para mi vida y las personas que viven y pasan por ella.
Hoy, en su 15 cumpleaños, reflexiono sobre esas revelaciones y aprendizajes significativos que este pequeño, que comienza una nueva etapa de su vida, trajo a la mía.
15 aprendizajes de ser madre
Empezaré contándote lo que descubrí observando para luego enumerarte lo que aprendí de mí en este viaje de ser madre (que no está cerrado sino en continuo crecimiento y evolución)
- La infancia necesita crecer sin prisas. En una sociedad hiperconectada a un ritmo desorbitado, la infancia llega a ella para enseñarnos que todo ser necesita crecer y desarrollarse a su propio ritmo. Un ritmo observado y respetado más allá de la velocidad a la que va la sociedad donde habita. Porque en realidad somos naturaleza y como seres naturales, nuestros tempos están regidos también por los tempos naturales propios y externos.
- La infancia es fiel a su propio SER. Son los seres que mejor están conectados a su esencia, a su autenticidad, a su instinto, intuición y necesidades. Sabe qué necesita y lo pide y lo hace. Seguramente que lo que interfiere con nosotros, los adultos, es que no lo hace o pide siempre de la forma que esperamos o deseamos. Observarles con una mirada respetuosa es verles íntegros, dignos y libres.
- Cada niño y niña es único y necesita su propia forma de ser mirado. Cada ser humano tiene una configuración cerebral única que le hace pensar, sentir, actuar y vivir e interactuar de forma propia y especial en cada momento de su vida. Con sus propias necesidades, gustos, tendencias, capacidades, talentos, habilidades,… Por lo que necesita ser mirado de forma única y sensible para poder conocer y conectar con esta unicidad con el fin de que esa esencia se dañe lo menos pasible.
- Su estado emocional es sagrado. Cuando un niño o una niña expresa su sentir, está abriendo ante ti todo su ser en ese mismo momento. Cómo cuides y acompañes ese estado emocional es crucial para su autoestima, autoconcepto, su conexión y la tuya, la confianza y el vínculo que se teje contigo. Piensa que eso que te cuenta es realmente importante para él o ella.
- Todo mal comportamiento es síntoma de algo más profundo. Damos por hecho que son capaces de gestionar sus emociones, de pensar con lógica y razonamiento, que con una vez que digamos las cosas lo aplican,… Y nos descuidamos de entender que les faltan habilidades para la vida aún y que su cerebro no está fisiológicamente desarrollado para atender nuestras exigencias que, de hecho, ni un cerebro adulto muchas veces lo está. ¿No sería más fácil activar nuestra curiosidad e investigar en lo que nos está queriendo decir de su estado emocional?
- La infancia acata porque su voz se calla y porque aman a sus progenitores. Por muchos años de Derechos de la Infancia que existan, la voz de la infancia se calla con una mirada o cuatro gritos y listo, un castigo y calladito, un ‘que viene el lobo’ y controlado… Y como no quieren defraudarnos porque nos aman, se lo tragan, no vaya a ser que ya no les queramos. Un juego diabólico que lo único que consigue es que ese niño o niña deje de SER para ser lo que nosotros queremos que sea.
- No es algo personal, es contigo. A veces pensamos que nos están tomando el pelo, nos dicen que somos la peor madre/padre del mundo, nos llevan la contraria,… Respira, no es contra ti, sino contigo: contigo necesitan descargar las frustraciones vividas porque no conocen un espacio más seguro que el tuyo; contigo necesitan descubrir qué les ocurre y te piden el auxilio para que le ayudes sin saber cómo pedirlo, te reflejan aspectos propios que no les gusta ni a ellos o ellas y tienden la mano para descubrirnos y devolvernos un brillo nuevo. Cuando lo vemos como una posibilidad, ese contra ti cambia y pasa a ser un: JUNTOS.
- Es la responsabilidad del adulto velar por su salud, sus derechos, su dignidad e integridad. Tú eres su voz y su voto. Y el medio para aprender y poder decir sin reproches, lo que piensan, lo que sienten y necesitan. No dudes en mover cielo y tierra para cuidar del bienestar físico, mental y emocional de tus hijos e hijas: es tu responsabilidad y es su derecho.
- La infancia llega para recordarnos el SER que somos. Tu hijo y tu hija llegan para que te reconectes con la persona maravillosa que ya eres y enseñarte todos esos velos que la vida te ha puesto e impiden ver la maravillosa y auténtica persona que eres. Y te tienden la mano para que ahora puedas darte cuenta y comenzar a limpiarte para ver tu propio brillo interior.
- Educar no es delegable. El adulto (madre/padre) que acompaña a la infancia es el pilar primordial donde se refleja, sostiene y contiene el niño o la niña que está creciendo. No es la escuela. Y es la responsabilidad del adulto tomar partido de la educación, creándola junto a sus hijos e hijas a partir de un diálogo continuo donde no solo damos, sino que también recibimos en esta acción de crecer, aprender y educar. Apuesta por una educación que sea la adecuada para tu familia, donde los nutrientes primordiales sean la sensibilidad, la conexión, el disfrute de crecer juntos y el amor.
- Te transmutas a la par que la infancia pasa a ser adulta. Crecemos junto a nuestros hijos e hijas como personas y estoy segura de que en nuestro cerebro ocurre un tipo de poda sináptica (como en la adolescencia) que nos prepara para poder adaptarnos a esta nueva transmutación como personas. El camino que construyas, te llevará, paso a paso a ella. Y como toda transmutación, lleva su parte dolorosa como sanadora… Como el cambio de una auténtica mariposa.
- Buscan la coherencia y la alegría, aparte, lógicamente del amor que impregna esa coherencia. Y esto, justamente no es nada fácil. Lleva muchos años, mucha escucha interna y muchos reflejos externos que nos ayuden a ver esas partes de uno mismo y prestarles más atención. Y nos quieren coherentes para entendernos mejor, para no sentirse confundidos/as y descubrir el orden dentro del desorden que genera confianza. Coherentes en nuestras palabras, nuestros actos, nuestros pensamientos y emociones; porque ellos y ellas, en su pura esencia, son coherentes y quieren seguir siéndolo igual que la alegría; tal y como son. El mundo adulto les choca precisamente por esto (entre alguna que otra cosa más). ¡Qué gran trabajo nos proponen! ¿No crees?
- Como eduques, importa. Primero, porque de este acto surgirán los adultos que hoy son niños y niñas; segundo, que cuanto más alineado (que no igual) sean nuestras formas de educar, más fácil nos resultará hacerlo y menos solos, solas e incomprendidos se sentirán nuestros hijos e hijas. Ir a contracorriente en una sociedad donde todo es urgente, donde las etapas del desarrollo nos las comemos con patatas y lanzamos a la infancia al abismo sin avisar; como eduques, me importa y me facilita o no, la gran misión de educar en el respeto, la coherencia y la alegría.
- El ruido externo enturbia el silencio interno. Ese silencio que nos conecta con lo que somos y hemos venido a ser. Ya sea la infancia o cualquier adulto, estamos sumergidos en una vorágine sobre estimulada que satura nuestro sistema nervioso, haciéndonos vivir en alerta constante e inyectando de ruido mental al interior. Desde esta perspectiva es muy complicado conocernos, vernos y crecer en el silencio que cultiva esa tierra donde crecemos. Más silencio y más conocernos.
- Tú no eres hoy lo que fuiste ni lo que hiciste ayer. Hay niños, niñas y adultos que no somos capaces de darnos cuenta de que podemos evolucionar, solventar un error, pulir lo que no nos gusta ahora,… Somos personas en construcción constante y crecimiento. Nuestro cerebro es flexible y hasta capaz de cambiar cableado cerebrales. No pienses que tu hijo, hija o tú misma no podrás cambiar; porque tú eres mucho más de lo que fuiste e hiciste y, en esa esencia, radica la posibilidad de cambio.
Te aseguro que llevo 15 años de continuo aprendizaje, de continua revisión; y no para buscar la perfección, sino para reencontrarme con mi autenticidad, mi coherencia y mi entusiasmo: volver a mí, podríamos decir. Siento que es desde ahí es donde disfruto más del acompañar a mi familia. Sobre todo, de acompañarme a mi misma y esto se refleja en mi día a día que, no es perfecto. Si no que es el mío, el que construyo hora a hora junto a ellos, aprendiendo siempre de mis dos grandes maestros: mi hijo de 15 y mi hija de 10.
Si tú también quieres crecer y aprender sin prisas:
Y cuéntame, ¿qué has aprendido tú de la infancia que te acompaña?
Por muchos aprendizajes más.
Un abrazo,
Yessica
2 comentarios
Gracias Yessica por este maravilloso post, respira autenticidad, reflexión profunda y sabiduría (aprendizaje + cambio).
He aprendido que la verdad es infinita, pues cada una y uno de ellos tiene la suya.
Que el amor incondicional es bidireccional, de mapadres a hijas e hijos y viceversa.
Que toda niña y niño llega con un legado emocional bajo el brazo para que la familia asignada pueda transformar su verdad en autoconocimiento, consciencia y evolución.
Sigue inspirándonos con tus aprendizajes y reflexiones, gracias
Àngels, gracias por tus sabias y valiosas aportaciones. Estoy totalmente de acuerdo con cada una de ellas.
Gracias por estar y SER en autenticidad.
Un abrazo infinito,
Yessica